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El chal de Cachemira

por | May 11, 2014

Originario de esta región hindú, el chal de Cachemira se convirtió en un complemento de moda imprescindible para las mujeres europeas del siglo XIX. Hacemos un poco de historia para conocer sus orígenes, las claves de su fabricación y cómo llegó a Europa este accesorio.

Estamos ante un fenómeno de moda que se extendió como la pólvora entre las damas de la alta sociedad de Francia, Bélgica, Inglaterra, Italia o España. La fiebre de Oriente no sólo se centró en estos maravillosos echarpes sino en otros muchos accesorios, elementos decorativos exóticos y obras de arte. Tal fue su éxito que Europa no se limitó solamente a importarlos de Asia, sino que empezó a fabricar esta prenda en sus telares.

chal de cachemira

1. La producción de chales de Cachemira en Europa

Los industriales y diseñadores de la época se pusieron manos a la obra favorecidos por la industrialización y los inventos de maquinaria para la industria textil. A finales del siglo XVIII, eran varios en Europa los centros de producción de chales de imitación a los de Cachemira.

Para solventar el problema de la materia prima, se intentó aclimatar la cabra del Himalaya a Europa pero con poco éxito. En 1818, a iniciativa de un industrial francés, Guillaume Ternaux, se consiguió criar un rebaño de cabras del Himalaya cruzadas con otras especies, en especial la cabra de angora rusa. La necesidad hizo que se adoptaran otras soluciones, como la mezcla de una trama de lana mezclada con algodón y otra de seda.

2. Centros de producción de los chales de Cachemira en Francia e Inglaterra

Las primeras manufacturas europeas abrirán sus puertas a principios del siglo XIX en Francia e Inglaterrra. El espolinado es una técnica lenta y de un alto coste, de forma que se empiezan a hacer chales de imitación de cachemira «a la europea». Norwich, uno de los principales centros de producción, se especializa en tejidos bordados «après coup», una técnica que también se utilizaba en India. Otros intentos, en Edimburgo y Paisley, consistían en la aplicación de la técnica de «brochado». A pesar de todos los esfuerzos, el resultado final no lograba engañar a los expertos dado que cualquiera de estos métodos no consiguió nunca variar suficientemente el empleo de colores.

La adopción del telar de lanzadera, en lugar del brochado permitió enriquecer la paleta de colores y realizar diseños más ambiciosos, que no sólo se reproducían en los bordes del chal sino por toda la pieza. La fabricación a lanzadera incorporaba mucho peso al echarpe y le hacía perder parte de su encanto. Los resultados son mejorados con el método de cortar los hilos de la trama que quedan libres en el revés de la prenda una vez acabada, lo que presentaba cierta dificultad de realización.  Los chales hilados a lanzadera cortada «lance decoupé» se reconocen en el revés pues los motivos tienen el aspecto de hilos cortados apreciable al tacto.

Paris, Reims y Lyon en Francia y Norwich y Edimburgo en Inglaterra se especializan en la producción de este tipo de estolas espolinadas refinadas y de gran calidad. En París se producían los cachemira puros, mientras que Lyon los producía de varias calidades. Otros centros de producción como el de Nimes o Paisley se especializaron en productos de calidad inferior.

3. La invención del Jacquard

La invención que facilitará la producción de estos chales es la del Jacquard en 1805. Este sistema automatiza el uso de las bobinas mediante una tarjeta perforada.  El Jacquard fue adoptado en Inglaterra a partir de 1830.

4. El Paisley

Como curiosidad cabe decir que el nombre de la ciudad escocesa de Paisley da nombre al típico motivo de cachemira en inglés. Su producción era igual en aspecto a los originales de cachemira pero al tacto eran menos suaves y tenían menor caída, aunque también su precio era muy inferior al original. Entre las innovaciones incorporadas en la industria de Paisley, destaca el chal reversible con sus dos lados igualmente bellos aunque también era más pesado.

Ginebra y Elberfeld se dedicaron también a la fabricación de estos accesorios de moda, a la que se unieron varias ciudades belgas más adelante. Hacia 1860, el sistema Jacquard está muy extendido y la fabricación mecánica de telas se impone sobre la labor artesanal. El resultado es un abaratamiento del precio del producto, que se convierte en un complemento de moda de uso común al alcance de todos los bolsillos. Como consecuencia, las mujeres de clase alta, quienes fueron su público inicial, pierden interés por la prenda.

Hasta mediados de siglo XIX puede decirse que la producción europea de chales es igual a la procedente de India pero a partir de esos momentos, los fabricantes indios aceleran su fabricación en detrimento de su calidad para competir en precio a los producidos en Europa.  A finales del XIX la producción europea empieza a decaer. Distinguir el origen de una echarpe de cachemira auténtico de una imitación no es fácil salvo en aquéllas piezas que van firmadas o con etiquetas de procedencia.

Con la llegada de nuevas técnicas de impresión de telas a principios del siglo XX, los productores se lanzan a la imitación del original de cachemira con gran fidelidad al modelo original. Ya en el siglo XX, el chal se convierte una prenda popular. En realidad se convirtió en una prenda de la que una mujer no podía prescindir –junto con el sombrero- para salir a la calle.

5. Diseños de los echarpes de Cachemira

Debido a la influencia europea, los motivos de palmas de origen mogol van a experimentar una transformación y un enriquecimiento relevantes. El color de base del chal cambia a lo largo del tiempo. En su origen eran principalmente crudos, azafrán, a veces azul, después aparecen los rojos anaranjados y negros y otros.

En su origen, sólo se ornamentaban los bordes, pero al tiempo que las técnicas de fabricación se perfeccionan, la decoración invade toda la prenda. Aparecen motivos de rosas, palmetas, flores y pájaros. Se ven también paisajes oníricos con personajes, animales, templos, etc.

Las novedades en cuanto al diseño pronto llegaron también a los bordes. El chal arlequinado, por ejemplo, se centra en cuadrados de palmetas, cada uno de un color y un fondo diferente aunque con el tiempo, los diseños originales sufren transformaciones.

El estilo hindú no fue la única fuente de inspiración para la decoración de los chales. Los diseñadores del primer imperio crearon también decoraciones florales de inspiración europea aunque fueron la excepción, dado que la demanda se concentró en los estilos tradicionales de Cachemira.  Por otro lado, a mediados de siglo, los chales menos refinados para el día podían tener decoración de rayas, solas o combinadas con flores o cuadros.

chal cachemira

6. El Chal y su influencia en la Moda

Durante los 60 años de apogeo que el chal conoció en el siglo XIX, este accesorio de moda se adaptó con gran facilidad a la evolución del vestir femenino. Largo y rectangular, se utilizaba para envolver largos vestidos de talle imperio en los últimos años del siglo XVIII y primeros decenios del XIX. La simplicidad de sus diseños en base a palmas de cachemira en los bordes complementaban muy bien en ligereza y colorido a los vestidos de la época.

Hacia 1820, la vuelta a las formas más tradicionales, falda amplia, talle a la cintura, etc.  no se acomoda tan bien al chal rectangular y es sustituido por el gran chal cuadrado, que se llevaba doblado en forma de triángulo sobre vestidos de aire más romántico.

Es en esos momentos cuando la decoración del chal cobra más importancia al tiempo que su uso se extiende a la burguesía conforme su precio se hace más asequible. Siguen triunfando las palmetas de cachemira, que se ven por doquier en todo tipo de prendas tales como camisones o chalecos. El arte y la literatura del siglo XIX está repleta de referencias a estos complementos. La presencia de un buen corte de chal de cachemira en los ajuares de boda era obligatoria.

6.1. Evolución de la moda femenina y de los chales

La evolución de la forma de la crinolina o miriñaque, que pasa de redonda a afinarse y adquirir una forma de cono, hasta su desaparición allá por 1860, tiene su influencia en la forma de los chales, que presentan varias modalidades. El chal rectangular permite disponer asimétricamente de dos puntos. El gran chal «burnous» (capa con capucha similar a la que llevaban los moriscos españoles)  se lleva en forma de capa con una esquina plegada en forma de capucha.

Desde 1870, la «tournure» (especie de enaguas rígidas) destrona a la crinolina. La amplitud de la falda se recogía en forma de cojín a la espalda, debajo de la cintura. Llevar un chal sobre un vestido de estas características no era lo más favorecedor.  Por esta razón, hacen su aparición los manteletes y las pequeñas capas a la altura de la cintura, que poco a poco sustituyen al chal.

7. El Cachemir en Bélgica

El chal de cachemira llega a Bélgica al tiempo que al resto de países europeos como lo atestiguan los cuadros de la época Neoclásica que reflejan escenas de la vida cotidiana y figuras con la vestimenta del momento. Estos accesorios se vendían en los establecimientos de lujo más prestigiosos del país, sin que las mujeres de clase alta tuvieran que adquirirlos en París o Londres.

Más tarde, las clases populares adoptan el chal y otros complementos parecidos tales como toquillas, capas o pañoletas con decoración impresa.  La costumbre de cubrirse cabeza y espalda con un chal de cachemira se mantuvo en las mujeres campesinas hasta el 1930. El chal brabancon subsiste hasta los años 20, en lana negra para el invierno y en seda color crema con motivos florares para el verano.

Las manufacturas belgas de echarpes no igualaron ni en reputación ni en importancia a las francesas e inglesas. La producción de chales se vinculó a la industria textil del tejido de lana y a las industrias de inspiración hindú. Esta asociación es clara al menos a partir de 1820, en que aparecen en Bélgica las manufacturas de casimir, una tela cruzada muy ligera hecha con hilo de cabra de cachemira del que deriva su nombre, y que fue muy utilizada en todo el siglo XIX.

7.1. Fábricas y tiendas de chales en Bélgica

Gante y Saint-Nicolas Waas fabricarán echarpes mientras que Verviers, una ciudad de industria lanera, se especializa en la producción de tela casimir. Es de destacar que algunas de las fábricas de tela casimir se lanzaron a la fabricación de echarpes impulsadas por industriales de origen inglés. Tal fue el caso de Dinant.

Los chales de Cachemira se fabrican en Bélgica desde 1820. Verhulst, instalado en la rue du Chêne desde 1835, fabricaba y vendía no solamente el casimir, sino chales y foulards de India. A mediados de siglo, Bruselas contaba con al menos dos fábricas de chales. Kauwerts, en la rue Saint-Géry y Coument, instalada en Chaussée de Mons, que abrió una tienda en el centro de la ciudad, son los más renombrados. Otros artesanos se especializan en la reparación y reensamblaje de los chales.

La firma Simonis Yvan, instalada en rue des Dominicains de Verviers, dirigía toda su producción a Bruselas. La moda de los chales se extiende y en 1860 se contaban cinco fabricas, de las cuales De Pachetere, establecido en la place Sainte-Gudule, anunciaba “cachemires des Indes”

7.2. Otras producciones textiles belgas

Otra tela muy popular en Bélgica son los «indiennes», telas de algodón impreso con motivos originales de India. Las manufacturas de estos tejidos fueron numerosas en Bruselas (se cuentan hasta siete fábricas en la ciudad a mediados del siglo).

Sin embargo, hay que decir que las importaciones dominaban el mercado. Para las prendas de más calidad, los ingleses y franceses se llevaban la palma. Elberfeld alimentaba el mercado belga. También se importaban de Nîmes para la clientela modesta. La Compagnie des Indes, una boutique de lujo que se situaba en la plaza real abrió sus puertas para vender chales de Cachemira, aunque después también se especializó en encajes.

En 1835 Bruselas contaba con al menos 10 establecimientos que vendían chales importados de diferentes lugares.  Todos ellos se situaban en la zona de las tiendas elegantes de la ciudad. Los chales se vendían, por supuesto, también en los establecimientos de encaje, que eran en aquellos momentos muy numerosos, entre 57 y 65.

8. Decadencia del chal de Cachemira

A partir de los años 30, la moda femenina vuelve a cambiar y el estilo de las nuevas prendas no necesita de chales, por lo que de nuevo este complemento se hace cada vez más raro.

De la moda del chal de Cachemira –que duró casi cien años antes de apagarse- la producción textil europea se quedó con el motivo de palmeta de Cachemira (paisley en Inglés).

El chal en realidad no ha dejado de usarse nunca. Son sus materias primas y decoración las que han ido cambiando con el tiempo. Sigue siendo una prenda estilosa y que en Avenio nos gusta recrear de mil formas.

 

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